Enfrentado a uno de los picos más duros de la pandemia, el país está uniendo los mejores atributos que en el pasado reciente lo llevaron a convertirse en ejemplo para el mundo en programas de inmunización, con más de 24 millones de vacunas contra enfermedades endémicas infecciosas aplicadas un año antes de la llegada del covid-19.
La experiencia, conocimiento y la calidad del talento humano le han permitido al país articular hoy una red tejida con los hilos indestructibles de la cooperación entre el Gobierno nacional y los 32 gobernadores, que al concluir la primera quincena de abril se había traducido ya en la aplicación de más de 3′173.000 dosis en todo el país, a un ritmo promedio de casi de 83.000 diarias.
Con corte al 14 de abril, habían sido administradas en total 2′261.852 primeras dosis y 828.815 segundas dosis.
La Federación Nacional de Departamentos (FND) desarrolló un tablero de control para la gestión de la vacunación, el cual está habilitado para monitorear en tiempo real el avance del Plan Nacional de Vacunación en las regiones.
Esta herramienta nos ha permitido comprobar que desde el 17 de febrero -cuando fue aplicada la primera dosis- hasta hoy, los departamentos de la Amazonía, afectados por su vecindad con Brasil, lograron levantar un cerco de seguridad sanitaria y lograron promedios récord de inmunización de hasta 977 personas vacunadas por cada 1.000 habitantes.
En medio del desafío que implica sacar adelante el Plan en medio de uno de los embates más fuertes del virus, su desarrollo se ha ido adaptando a las necesidades específicas de las regiones. En Amazonas, Vaupés y Guainía, líderes en la escala, la vacunación se ha hecho por el sistema de “barrido” y no de priorización. Así, ya están inmunizados el mayor número de sus habitantes independiente del rango de edad.
La misma estrategia está siendo replicada en San Andrés y Providencia. Esta estrategia debe hacerse extensiva a aquellos municipios del país con población rural dispersa y de difícil acceso, pues no sería práctico vacunar primero solo a los mayores de 80 años, para regresar luego a atender a los demás priorizados por fases, como sí es posible hacerlo en los grandes centros urbanos.
El rostro de la solidaridad
No ha habido un ápice de improvisación, a pesar de la enorme responsabilidad que implica suministrar las vacunas de la forma más rápida posible y hacerlo de forma segura y efectiva. El plan sigue la senda trazada por el Gobierno nacional y los gobernadores y sus secretarios de salud se han ocupado de manera responsable de la disposición de infraestructura territorial para el cumplimiento de las metas.
*Los gobiernos regionales despliegan una estrategia de cooperación horizontal basada en el principio de solidaridad y respaldada por los recursos potenciados y la experticia disponible. Los gobernadores han respaldado una iniciativa del presidente de la Federación Nacional de Departamentos y mandatario de Cundinamarca, Nicolás García, en donde las entidades territoriales que han podido sortear mejor la crisis brindan apoyo a aquellas cuyas UCI están desbordadas, como en el caso de Antioquia, Atlántico y Magdalena.
Cundinamarca, Risaralda, Huila, Boyacá, Tolima y Santander, entre otros, son los departamentos que hoy están en mejor situación para hacerle frente al trágico pico que enfrentamos y han puesto su capacidad disponible al servicio de las entidades territoriales más afectadas*.
La FND ha desplegado un equipo técnico, y riguroso para la coordinación, transferencia y asistencia técnica, potenciando la cooperación horizontal de los entes territoriales. Entre el equipo de trabajo se encuentra, desde la Gobernación de Cundinamarca, el médico pediatra Diego García, quien durante ocho años estuvo al frente del Plan Ampliado de Inmunización del Ministerio de Salud y la FND designó a su asesor médico Carlos H. Arango, un reconocido experto en materia de salud pública y sistemas de salud.
¿Y el compromiso ciudadano?
Cuatro semanas después de iniciado el Plan Nacional de Vacunación podemos afirmar que casi la totalidad de los departamentos están cumpliendo las previsiones, y que aquellos que tienen más dificultades han recibido cooperación y asistencia, necesarias para cumplir dos metas sustanciales: proteger las vidas de nuestros ciudadanos en cada territorio y reducir la mortalidad.
El Estado, en todos los niveles, se esfuerza por cumplir su tarea como lo demuestran los hechos descritos. Sin embargo, vencer el desafío que afrontamos como sociedad requiere de otros pilares, el principal de ellos, su piedra angular; es la ciudadanía. Una ciudadanía activa, comprometida, responsable.
Más allá de los presupuestos, de las dotaciones, de la disponibilidad de las dosis, el éxito del Plan Nacional de Vacunación, en este momento crucial para el país, requiere de la solidaridad, del compromiso ciudadano y de la disciplina.
La comunidad es una fuerza dinámica y de ella depende que el cuidado de la salud individual, del acatamiento de las medidas de bioseguridad jueguen en lo sucesivo un papel fundamental para cortar la cadena de contagio y aplanar el pico de la pandemia. La solidaridad y la unidad son principios que le servirán de soporte a una responsabilidad que es de todos, que no está sujeta ni a colores ni a facciones políticas.
Una cosa es la vacunación y otra la atención de la pandemia en su momento más duro. Y en la atención no puede haber convidados de piedra. Los aportes los debemos hacer todos, incluidos aquellos que tienen responsabilidades de gobierno y los ciudadanos deben ser defensores de primera línea de los intereses de sus familias.
Ese componente humano de la estrategia potenciará los esfuerzos administrativos que han hecho que de 5.500 camas disponibles cuando comenzaba la pandemia, hace 13 meses, hayamos llegado a casi 11.000.
El cuidado de la salud supone una responsabilidad colectiva. De poco vale que crezca la oferta instalada, que hoy tengamos más y mejores médicos intensivistas y mejores equipos e insumos para la dotación de oficiales. Si la propia comunidad no asume, con tesón y disciplina, el papel responsable que demandan las circunstancias, no habrá plan que contrarreste la magnitud del virus.
A aquel ciudadano al que le asiste la razón cuando exige sus derechos, le deben apremiar también sus propios deberes y ser responsable como soldado de una batalla que libramos con un enemigo invisible pero letal. Cuando consigamos el equilibrio entre derechos y responsabilidades podremos hacer realidad un propósito urgente: que no se nos quede un solo colombiano sin vacuna y que no haya ningún ciudadano sin la posibilidad de acceder a una UCI y de recibir atención especializada, sin zozobras ni incertidumbres adicionales.
El binomio Estado-ciudanía, respaldado por valores de solidaridad y compromiso social, nos permitirá ver una mejor perspectiva de futuro. Si se consolida, podremos mirar con perspectivas más ambiciosas procesos como el que se abre en el Congreso con el proyecto de ley de reforma al sistema de salud, que propenderá por reformas estructurales y sustanciales.
Con el concurso ciudadano, el país podrá avanzar en el desarrollo de sus propias capacidades para producir todos los insumos, equipos, medicamentos, vacunas necesarias para afrontar la atención regular en salud y para atender posibles crisis del futuro.
Con el respaldo de la comunidad podremos buscar el desarrollo de un aparato de ciencia, tecnología e innovación y potenciar la productividad pública y privada para que el país siga fortaleciendo su sistema de salubridad y sanitario.