La perspectiva económica del país para este 2022 es favorable, aunque no está desprovista de algunos riesgos naturales, entre los cuales se encuentra la inflación.
Para entender esa perspectiva, abordemos primero los aspectos más positivos. El país avanza por la senda de la reactivación económica segura. En 2020, cuando se desató la crisis de la que estamos saliendo, se produjo la mayor caída en el PIB, que fue del -6,8 %. Los esfuerzos del Gobierno nacional, de las administraciones territoriales y del sector productivo en general, incluidos por supuesto los trabajadores, ha hecho que esa tendencia se revierta desde 2021.
Revisemos algunas cifras relevantes. Entre enero y septiembre de 2021 la economía creció 10,3 % frente al mismo periodo de 2020 y 1,5 % frente a 2019. En el primer trimestre la variación fue de 1,0 %; en el segundo de 17,6 % y en el tercero de 13,2 %. No pocos sectores se han recuperado a niveles superiores a los de 2019, antes de que el mundo registrara la pandemia de la covid-19.
La industria ha ocupado un lugar de vanguardia en ese proceso de recuperación. Cuando la pandemia atacaba antes de que fuera puesto en marcha el Plan Nacional de Vacunación, solo el 31,4 % de las empresas operaban normalmente. Al cierre de 2021 lo hacían ya cerca del 98 %.
De acuerdo con el último dato disponible del Dane, las exportaciones totales entre enero y noviembre de 2021, incluidos los consolidados regionales, llegaban a 36.675 millones de dólares. Un nada despreciable crecimiento del 30,9 % en relación con igual periodo de 2020.
Según el Ministerio de Industria y Comercio y Turismo, la conectividad aérea ha logrado recuperar el 93,4 % de sillas y el 90,6 % de frecuencias aéreas que teníamos en febrero de 2020. Al propio tiempo, crece la inversión extranjera de manera ya apreciable.
El Banco Mundial y la Cepal subrayan en sus informes que el país tuvo en 2021 un comportamiento en su economía sobresaliente, de entre el 9,5 y 9,9 %. La Ocde estima que durante este 2022 el país será líder en el crecimiento económico de la región. El Banco Mundial calcula en 4,1 % el crecimiento de la economía colombiana para 2022 y la Cepal lo proyecta en 3,7 %.
Sin embargo, en el horizonte se vislumbran nubarrones relacionados con la inflación, cuyo crecimiento podría darse a niveles incluso superiores a los previstos por el Banco de la República. En Colombia el año pasado la inflación llegó a 5,6 y llevó al Banco a tomar medidas de fondo, que ya ha comenzado a subir las tasas de interés para controlar el crecimiento de los precios. Como se sabe, la inflación es considerada por los economistas el peor de los “impuestos”, particularmente para las personas de escasos recursos.
Este es un fenómeno mundial y así lo confirman los datos que ya se conocen de inflación en varios países de América Latina y del mundo. Su origen está en la conjunción de varios factores que se agudizaron por el impacto de la pandemia en la logística mundial de mercancías, la ruptura de cadenas globales de valor, y las cuarentenas que redujeron la producción de productos clave que consume el mundo. Pero ahora, con el crecimiento de muchas economías mundiales se ha agudizado, pues la demanda aumenta a medida que los países se reactivan.
Los problemas de logística global del comercio podrían mantenerse durante este año y eso pone nuevos desafíos como el encarecimiento de las materias primas para la producción de alimentos, que hacen fuerte presión en los precios de la canasta familiar de los colombianos. Los precios altos podrían mantenerse al menos durante el primer trimestre de 2022, lo que significa una mala noticia para las familias más pobres.
Si bien las perspectivas económicas son muy positivas para el país y, como se sabe, el crecimiento de una economía es el que impulsa la generación de nuevos empleos y la creación de riqueza en las naciones, también es importante tener en cuenta que este crecimiento debe ir acompañado de medidas que no impliquen un aumento en las brechas de pobreza.
Sin duda controlar la inflación tiene que ser un propósito fundamental. Un elemento clave para lograrlo es controlar el gasto público y reducirlo a sus proporciones estrictamente necesarias. Sin las medidas necesarias para lograr el equilibrio entre crecimiento e inflación, el primero beneficiaría solo a unos pocos y no llegaría a los segmentos más pobres.
Esta pandemia nos deja varias lecciones. Una de ellas es que hay que crecer, pero garantizando una inflación controlada.