La arquitectura legal y administrativa que han venido edificando les da hoy a los departamentos la solidez necesaria para asimilar los cambios, ajustes y remezones políticos propios de un relevo en la jefatura del Estado.
La descentralización, como mandato constitucional, es ya un proceso irreversible que recorre una ruta señalada por reformas tan significativas como la Ley de regiones, el nuevo Sistema General de Regalías y significativos avances económicos y fiscales que, aún pendientes de complementos sustanciales, permiten aguardar con optimismo que las entidades territoriales alcancen la estabilidad financiera que anhelan.
El nuevo huésped de la Casa de Nariño, cualquiera que su tendencia política e ideológica, no podrá desandar el camino ya recorrido por las regiones en busca de su autonomía. La madurez administrativa y el grado de desarrollo alcanzados por las entidades territoriales han quedado acreditados incluso en algunas de las coyunturas más complejas para el país. Los recursos del Fondo Nacional de Pensiones Territoriales (Fonpet) fueron vitales para sortear la crisis derivada de la pandemia y los recursos de regalías resultaron útiles para resolver problemas estructurales que dieron origen a fuertes protestas en el sector de la educación.
Los aportes en recursos han ido acompañados con una contribución activa de las gobernaciones en la formulación de las políticas públicas que permitieron al gobierno del presidente Iván Duque Márquez devolver al país a la senda del crecimiento económico. El país puede estar en mora de reconocerlo, como ya lo han hecho instituciones como la Ocde, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Cepal, entre otras acreditadas instituciones del concierto internacional.
Pues bien, las regiones reclaman ahora, con justo título, mayor acceso a recursos para la ejecución de sus planes de desarrollo, para atender con más solvencia la inversión y el gasto social y para seguir dando respuesta a las obligaciones derivadas de la diáspora venezolana que sigue ejerciendo una fuerte presión sobre el gasto público.
Por estos días, en escenarios tan importantes como la Cumbre de Gobernadores en Manaure, La Guajira, los gobernadores y algunos de los principales representantes de la vida institucional y actores del desarrollo han venido estudiando a fondo propuestas ya estructuradas para hacer más fluidas las fuentes de recursos.
Entre las alternativas que cobran mayor viabilidad están la reforma integral al Sistema General de Participaciones, el fortalecimiento del Fonpet y una opción -provista ya de sustento técnico- para que los departamentos sean autorizados para hacer uso de un desahorro gradual de recursos del Fondo del Petróleo.
El departamento de La Guajira, donde los vientos que soplan sobre el litoral ofrecen el potencial para desarrollar energías eólicas, se convierte en el escenario ideal para reflexionar sobre la transición energética. Ese es frente crucial en el que se registran avances importantes y cuyas metas no pueden verse desestimuladas en un mundo que asiste al despertar de una nueva era en la que la sostenibilidad debe ir mucho más lejos de los confines de la retórica.
La transición ordenada, técnica y rodeada de garantías jurídicas para la inversión extranjera forman parte de las propuestas que las regiones formularon a candidatos presidenciales y a los congresistas, con la certeza de que tendrán impacto real sobre el próximo Plan Nacional de Desarrollo e incidencia positiva en la agenda de las cámaras legislativas.
Como vemos, el país de regiones no está dispuesto a dar marcha atrás en los avances alcanzados en todos los ámbitos asociados a su desarrollo ni a abrir margen alguno para desatender la voluntad de constituyente que hace ya 31 años expidió el mandato de la descentralización y la autonomía.
Lo importante es que las decisiones en ciernes y las que han de venir no den al traste con lo logrado hasta ahora. Los 32 departamentos y el distrito capital, que se ha aliado a sus mejores causas, han hecho aportes destacados para la configuración de un Estado moderno, en el que tengan tanto valor el centro como la periferia.
Ni en la actual coyuntura ni nunca podremos conjugar el verbo “retroceder”. Tampoco podemos levantar el pie del acelerador al recorrer la ruta demarcada por los hitos del desarrollo regional.