Las propuestas que han venido formulando los gremios de la producción, voceros de las empresas que representan la principal fuerza dinámica de la economía, merecen la atención de un país interesado en salir de la crisis actual. Se trata de fórmulas que interpretan bien los clamores nacionales en dos frentes vitales y sensibles: la generación de empleo y la estabilidad fiscal.
Mientras el Dane anuncia que la tasa de desempleo alcanzó en abril un 15,1%, es decir, 4,7 puntos porcentuales por debajo de la que se registraba en el mismo mes de 2020 -aunque todavía distante de la meta ideal de un solo dígito- los gremios señalan que sus empresas están dispuestas a generar ágilmente nuevos puestos de trabajo calificado y ampliar progresivamente la oferta laboral, especialmente para los jóvenes y para representantes de las comunidades más vulnerables.
Resulta razonable la oferta formulada por el presidente de la Andi, Bruce Mac Master, en el sentido de que la próxima reforma tributaria -que a juicio de los expertos no podrá ser aplazada indefinidamente- no tiene por qué resultar gravosa para la gente, ya que las empresas que más producen están dispuestas a asumir sus costos.
La ampliación de la oferta laboral coincidirá idealmente en el tiempo con el plan de choque que pondrá en marcha el Gobierno para ampliar el espectro de oportunidades para los jóvenes. Estudios serios, como los elaborados recientemente por Fedesarrollo y por Probogotá, demuestran que en el subcontinente latinoamericano las tasas de desempleo juvenil son tres veces superiores a las de la población adulta y la informalidad es 1,5 veces mayor.
En cuanto al tema fiscal, la propuesta gremial, servirá para zanjar los debates recurrentes entre la regresividad y la progresividad de los impuestos y para encontrar una salida pragmática en momentos en que la pandemia golpea a todos sin discriminación y el déficit fiscal que ya bordea los $ 90 billones.
Sin embargo, ese proceso de ajuste debe impactar positivamente el ámbito de la descentralización. Las administraciones regionales deben obtener mayor autonomía tributaria y libertad para administrar responsablemente sus recursos. Se trata de un proceso en el que todos debemos aportar. Por eso debe ir aparejado con procesos de formalización empresarial, de manera que en el futuro próximo los aportes puedan corresponderse con los beneficios.
El compromiso demostrado por las empresas con el país debe ser valorado en su justa dimensión. Mayor empleo y menos costos tributarios para los pequeños productores y para las personas naturales llenarán progresivamente los vacíos que hoy son parcialmente cubiertos por los subsidios de carácter social. En la medida en que crezca la fuerza laboral será menos necesario apelar a ellos.
Sin embargo, en este nuevo escenario será fundamental que las empresas encuentren las condiciones necesarias para desarrollar sus proyectos. En este punto reviste especial importancia el pronunciamiento conjunto hecho por el Consejo Gremial Nacional y el Consejo Privado de Competitividad en el sentido de que un mes de bloqueos dan al traste con los esfuerzos sobrehumanos hechos por quienes quieren mantener sus empresas a flote y detener la pérdida acelerada de miles de trabajo. Su esfuerzo por sobrevivir a la pandemia y a los bloqueos debe ser honrado como corresponde.
Me identifico con Julián Domínguez, presidente del Consejo Gremial, y con Rosario Córdoba, presidenta del Consejo Privado de Competitividad, cuando le advierten al Comité Nacional del Paro que los bloqueos, más de 2.000 en el último mes, afectan también el recaudo tributario de la nación y el de las entidades territoriales, perjudican el gasto social, la sostenibilidad de las finanzas públicas y la recuperación económica del país.
Es positivo que los espacios de concertación sean nutridos con propuestas de esta índole. No podemos dejar todo en manos del Estado exigido por la compra de vacunas, el pago de subsidios para los más pobres y para las nóminas de las empresas y también cada vez obligado a contratar más crédito.
La solidaridad no es un simple enunciado, sino un valor apremiante. Así lo ha entendido el sector productivo y así debemos entenderlo todos.